Su respiración en mi espalda me quemaba y el ruido provocado por nuestros cuerpos pegados a la puerta corrompía cualquier mesura. Era inquietante pensar que alguien podía escucharnos y sorprendernos. Quizás el cura o el pingüino que deseoso me esperaba.
–Que miedo tan delicioso, más no tanto como las ansias de ver la miel del placer resbalando por tus piernas y visitando cada poro. –me susurró entre gemidos.
Sus sentimientos fueron expresados por latidos y cada palabra bailaba en medio de su respiración, eso bastó, mis piernas quedaron repletas de humedad y destinadas a ser escurridas por los labios que finalmente sustituyeron a los latidos.
Más tarde entre sudor y nervios mostré una mueca de felicidad y las campanas anunciaron mi llegada. Luis me entregó a su primo y todo quedó en familia.
wepale cuanta pasion. eso solo pasa cuando hay amor verdadero
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